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La que se avecina y su mensaje en las audiencias infantiles

La serie creada por los hermanos Caballero es sin duda una de las más populares aún hoy en nuestro país pero en el público incorrecto


El vecindario de Mirador de Montepinar guarda un lugar especial en muchas casas españolas. Ya sea porque el espectador puede consumir humor negro en privado y sin las consecuencias sociales o por el sentimiento de familiaridad que genera el ser un spin-off de “Aquí no hay quien viva” (2003). Sea por lo que sea, el formato arrasa y así lo recalca su reciente Premio Ondas.


Imagen Promocional de LQSA Fuente: VOD

Lo que aparentemente es un formato de humor fácil y situaciones identificables, en realidad aborda temas muy diversos que ayuda a colocar a ciertos colectivos en el imaginario global. Para muchos jóvenes del país, esta serie fue la primera en mostrarles a una mujer trans, a un hombre en silla de ruedas o a un inmigrante ilegal. Pero claramente esta iba a ser su primera visión de algunos temas porque gran parte de su audiencia está formada por niños que ven el producto desde antes de que se le dé la oportunidad de conocerlos por ellos mismos.



Uno de los personajes más idolatrados e imitados durante la última década es Amador Rivas, interpretado por Pablo Chiapella. Algunas de sus frases se han hecho un hueco en nuestro vocabulario y no precisamente por ser políticamente correctas. La glorificación del sexo haciendo énfasis en la virilidad (la voy a poner fina filipina), la figura del hombre triunfador como un semental (yo soy un vividor follador) o la violencia (¡pues te reviento!) se ha volcado en la mentalidad de la juventud española que a menudo lleva esto a sus relaciones sociales o en el modo de presentarse ante iguales.


A su vez el papel de las mujeres está muy cosificado, personajes como Raquel o Judith buscan basar su validez en su inteligencia o su puesto (cosas que ellas pueden conseguir por sí mismas) pero son finalmente reducidas a su físico y empujadas a aprovecharse de ser jóvenes y canónicamente atractivas por los personajes masculinos (o sea, los guionistas). Por otro lado, personajes como Nines, Araceli, o Maite buscan ser la sátira de “mujeres de segunda” que por mucho que quieran ser tan válidas como las demás son degradadas por su carácter, creencias, situación, edad o físico.



La comunidad LGBT tiene también su presencia a lo largo de las 13 temporadas. Por ejemplo, seguimos el proceso de transformación de Alba Recio: Una mujer trans, su disforia, la búsqueda de la aprobación de su padre con el que a veces se empuja a empatizar...

La mención de este tópico lleva de la mano la presencia de su rechazo. La homofobia es recurrente en personajes como Fina o Antonio Recio, el cual hace de la transición de Alba un auténtico calvario. Araceli, un personaje que se declaró bisexual en la quinta temporada, es un claro ejemplo de la sexualización que sufren las personas del colectivo.


Extremismos políticos, el uso de drogas, la crisis de 2008, los problemas conyugales… Muchos temas polémicos son usados frecuentemente en la serie con el fin de crear humor. Hacerlo no es incorrecto del todo, cualquier persona completamente desarrollada es consciente de la sátira que realizan e incluso pueden llegar a disfrutar su humor negro. Sin embargo, y como la cadena reconoce, la serie no es adecuada para menores de 13 años incluso cuando se emite en horario infantil.


Debemos reflexionar en cómo este hecho afecta a los más pequeños, en quién lo permite y en la forma de lograr que nuestros jóvenes consuman un contenido adecuado para su desarrollo. Y debemos hacerlo ya, porque en algún momento de los últimos quince años hemos normalizado que los niños ofrezcan salami a sus compañeras de escuela (Amador), que crean que todas las rubias son mala gente (Nines), que hablen de chustillas (Coque), que su mayor meta en la vida sea ser un vividor follador o darle un centollazo a un político (Amador y Antonio respectivamente).


Laura y Albero Caballero, creadores de la serie. Fuente: El periodico

Igual la solución es dejar de echar balones fuera: que los padres dejen de culpar a la cadena y viceversa. Porque si bien el contenido está presente en un horario al que los más pequeños de la casa tienen acceso (donde la cadena es responsable), este también se encuentra en plataformas digitales como Mitele que sin el correcto control parental les permite ver series como esta en cualquier momento.


Si tenemos que empezar por algún sitio para evitar un lenguaje adulto aprendido, es concienciando a los adultos de que quien debe educar a sus hijos son ellos y no la televisión. Los siguientes pasos son más complicados, porque en relativamente poco tiempo, quien eduque a los más pequeños habrán crecido viendo La Que Se Avecina y se habrán influenciado por ello.


¿Es momento de actuar o llegamos tarde para liberar las aulas y los parques del efecto “Mirador de Montepinar”?


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