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La Constitución, el apogeo del 78

¿Realmente la constitución es esa maravilla cívica que se nos dice o es una de las causas de los grandes problemas actuales de España?



Los denominados "padres de la constitución". Fuente: Wiki Index

El pasado seis de diciembre se celebró en nuestro país el día de la Constitución y, como no podía ser de otra manera, nuestros políticos respondieron a la ardiente llamada constitucional acudiendo todos ellos risueños a los correspondientes actos conmemorativos que se celebraron en los distintos edificios institucionales, empezando por el Congreso de los Diputados.


La Constitución española se ha convertido en la panacea del régimen del 78, en el culmen divino que “entre todos nos hemos dado”. Gracias a ella podemos ir a comprar el pan cada mañana, a pasear por el parque o a disfrutar del atardecer en cualquier playa mediterránea. ¡Bendita constitución! ¿Qué haríamos sin ella? Ciertamente, la consagración cívica de la convivencia hecha texto jurídico debe ser de las pocas cosas que tanto unos como otros reivindican para sí, aunando inconmensurables esfuerzos por preservarla y defenderla de las temibles zarpas de los anticonstitucionalistas, que siempre son – evidentemente – los que están en frente.


El bloque del gobierno se yergue como garante y continuador del invento democrático por antonomasia: la carta magna. Son, dicen, el último bastión contra la ultraderecha que incumple sistemáticamente el texto constitucional bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial. De manera simultánea y no por ello con menos énfasis, la dupla PP y Vox resiste los envites golpistas de Sánchez y compañía tratando de salvar el “espíritu del 78”. ¡Hasta de espíritus va la cosa!



Celebración del pasado miércoles 6 de diciembre en e Congreso de los Diputados con motivo del día de la constitución. Fuente: RTVE


Lo que está claro es que cada cual dice ser el único defensor de un texto jurídico del que se habla recitando todo tipo de elogios inimaginables. La tradicional verborrea política lleva a los partidos principales a coincidir en que semejante obra humana es la semilla de la gloria presente, el firme pilar sobre el que se ha construido la Nación española – como si la Nación no existiese antes del 78 – , al cuál debemos pleitesía y de la que somos poco menos que siervos. Por eso, en la víspera del 6 de diciembre, nos preguntamos: ¿realmente es la constitución la maravilla bíblica que se nos dice?


Quizás y sólo quizás, la constitución del 78 no sea tan perfecta como en un primer momento pudiera parecer. Tal vez gran parte de los problemas actuales de la sociedad española sean consecuencia directa de ese texto constitucional al que se idolatra; un texto en el que, por ejemplo, se introdujo con toda la intención del mundo aquello de las nacionalidades históricas o que permite la representación política en el parlamento nacional a quienes pretender destruir, precisamente, su artículo segundo entre otros. Esto no quiere decir que desechemos la norma fundamental del Reino de España, pero tampoco implica que no podamos cuestionarla si es preciso, más cuando los partidos "constitucionalistas" han olvidado hacerlo. Un poco de crítica tampoco vendría mal de vez en cuando.



Ejemplar original de la constitución. Fuente: Diario Córdoba

Aceptemos que la constitución fue resultado de una profunda, intensa y compleja labor de entendimiento entre distintos, fruto de un proceso necesario en un contexto decisivo para la historia de nuestro país. No obstante, no por ello España nace con un texto constitucional, España existe desde unos pocos años antes. La constitución del 78 fue concebida para consagrar un cambio de régimen y terminó siendo un ambiguo tablero de juego, un tapete de mus sobre el que se presuponía que los jugadores iban a desempeñar sus partidas con la lealtad y la diligencia del buen padre de familia.


El problema de este tablero es que no todos han sabido jugar y, mucho peor, no todos han jugado igual. Por jugar algunos ni tan siquiera lo han hecho, se han limitado a robar cartas mientras la partida pasaba y el resto acumulaba amarracos. Ese libro mágico ha permitido, entre otras cosas, que políticos perdonen delitos a otros políticos, que se parasiten los órganos judiciales o que el trato a los ciudadanos sea distinto en función de la comunidad en la que hayan nacido o en la que residan. ¿De verdad es la constitución española la octava maravilla del mundo?


Sería un error tremebundo considerar que el texto constitucional es una religión a la que adherirse. ¿Qué es un “constitucionalista”? ¿Qué significado o contenido tiene esa denominación? Uno puede ser tradicionalista, puede ser comunista o liberal si lo estima oportuno, pero en este país nos hemos excedido a la hora de personificar un mero texto jurídico plagado de errores y concesiones, que se ha convertido en un juego de reglas superfluas al que, hasta el momento, los contrarios al régimen del 78 han sabido jugar mucho mejor que los denominados “constitucionalistas”.

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